viernes, 8 de febrero de 2008

A LA MUJER CANSADA

Este breve texto que transcribo más abajo lo escribí hace unos años pensando en esas mujeres trabajadoras, generosas de su tiempo y de su vida, que no suelen tener voz. Ahora lo reanimo como una de los textos que se leerán en el cortometraje que nuestra compañera, María Soledad Morillas, está grabando con su alumnado de 3º de ES0, y cuya proyección y posterior debate constituirán una de las actividades estrella en la semana del Día de la Mujer, que , por supuesto, celebraremos.

Sirva también a quien lo considere de utilidad en este campo de la educación por la igualdad. La coordinadora.



A LA MUJER CANSADA

La mujer cansada se mira en el espejo y ve su rostro. Y al verlo comprende que esta viendo el rostro de todas las mujeres. Entonces en los ojos de esa mujer que le devuelve la mirada desde el espejo ve también la historia de todas las mujeres, que cae sobre ella como una ola gigantesca y la aplasta.

A esa mujer, recién levantada de la cama, le crujen y le duelen los huesos ya antes de empezar sus tareas cotidianas, sin embargo, no se lamenta. No se lamenta porque sabe que su lamento se pierde entre sonidos y ruidos, aunque siempre está ahí. Sus hijos no lo oyen. Sus padres no lo oyen. Sus maridos no lo oyen. Ya ni siquiera ella lo oye. Pero está ahí. El lamento de la mujer es el viento que azota los pinos, es el mar incansable al depositar restos de olas en el regazo de la tierra, es el río fluyendo, el canto de los pájaros al amanecer.

La mujer tampoco se impacienta. No se une a otras mujeres para entonar juntas sus quejas. No lo hace porque cuando mira a su alrededor buscando la mirada de otra mujer, sólo encuentra sus propios ojos. Unos ojos llenos de miedo, llenos de inseguridad, llenos de desconfianza, llenos de resignación. Y no cree en lo que sus ojos ven.

Y ¿por qué teme?. ¿Por qué desconfía?. ¿Por qué se resigna? En lo mas profundo de su ser esa mujer que se contempla en el espejo sabe que ella es quien agita el caldo de la vida. Ella es la madre, la cuidadora, la esclava, la moderadora, la que despliega el amor y la generosidad. Ella es quien comprende, quien renuncia, quien entrega, quien siembra, quien piensa y siente. Ella crea la belleza con su conducta y su palabra. Ella mantiene la armonía. Por ella existen las cosas, porque es quien las ve, las reconoce y las nombra. La mujer es el eje de cada rueda.
Mercedes de Diego