martes, 1 de mayo de 2007

Eva

Eva es el título de un artículo periodístico llegado a mis manos hace unos días. Lo escribió Ramón Pérez de Ayala y se publicó en el periódico madrileño La Tribuna, el 7 de noviembre de 1913.
No voy a hacer ningún comentario. El texto es explícito y contundente. He suprimido algunos párrafos, no referentes al tema que nos ocupa, por razones de operatividad.

EVA

Una de las notas típicas de la literatura contemporánea es la preocupación por el problema del sexo. Este problema se plantea en estos términos:¿En qué medida debe influir el sexo en la posesión y disfrute de derechos sociales del individuo? Y la literatura contemporánea, con rara unanimidad, pronuncia un fervoroso alegato en pro de la emancipación de la mujer. Una obra característica de esta tendencia es Casa de Muñecas, de Ibsen. Este movimiento, que viene del Norte, de las razas germanas y anglosajonas, no ha repercutido aún en España. En los otros países latinos, Francia e Italia, ha sufrido la contaminacion de la inmoralidad ambiente y, por lo tanto, se ha desnaturalizado.(....)
En España no hemos contraído todavía la preocupación de estos problemas, y no ciertamente porque nuestra suerte moral sea muy acendrada. Lo que ocurre es que, socialmente, conservamos aún, como desideratum conyugal, el tipo de la mujer oriental, recoleta y gorda como una odalisca, y, estéticamente, nuestro arquetipo de belleza es la venus hotentota, de talle de avispa y caderas de paquidermo. Esto es, sin duda, una aberración nacional del genio de la especie, porque es un hecho fisiológico que la hembra obesa es estéril. Abochorna penetrar en nuestros teatros de género chico e ínfimo; en estos antros de letrinal prevaricación artística, la categoría de cantantes y suripantas no se mide por el volumen de la voz, sino por el volumen de los cuartos traseros.
He observado, con asombro y tristeza, que hasta aquellos que se tienen por refinados y modernos advocan, a pesar suyo, como ideal perfecto de la esposa, el mismo specimen, cenobítico de la mujer del harén, si bien depurado, poetizado y santificado por farragoso sentimentalismo que, a la postre, no es sino egoísmo ciego, egoísmo inconsciente, autoengaño, automixtificación. Y las mujeres españolas aceptan este estado social tan ricamente. Entre las mujeres del pueblo bajo españolas es casi dogmático el fundir y confundir el amor del macho con el derecho de dominio expresado en forma brutal; suponen que el hombre no las ama bastante hasta tanto que no las zurra.(....)
Exigimos que la mujer sea leal, hacendosa, sufrida, recatada, ahorradora, dócil; en suma, las amamos tanto que nos obstinamos en imponerles, velis nolis, la doble corona de la santidad y del martirio, y facturarlas en doble velocidad, via exprés del cielo, haciéndoselo ganar primero, y muy bien ganado, en este valle de lágrimas. El único prospecto de la mujer española, desde que nace, es el matrimonio. La mujer que no se casa es una criatura frustrada.Y frustración y ridículo en España son la misma cosa. En otras partes, la frustración es cosa de lástima. Pero los españoles somos hombres con toda la barba, hombres de pelo en pecho, hombres muy enteros, y para nosotros toda frustración es materia a propósito para la burla.(...)
Una mujer pudiera llegar a ser una excelente enfermera, o médica, o telegrafista, o boticaria, o taquígrafa, o dependiente de comercio, o abogada, etc., y en último término, si se casaba o no, poco importaría. Pero en España no se lo consentimos. Queremos que la mujer sea, o bien un instrumento de concupiscencia mercenaria(...) o una incubadora garantizada con el sacramento canónico. La elección para el hombre no es obligatoria. Se le ha otorgado el derecho absoluto a la promiscuidad.(...)
Las tres etapas genéticas de la emancipación de la mujer son: Primera, emancipación económica; segunda, emancipacion moral e intelectual; tercera, emancipacion política. El mundo civilizado se halla ya en la tercera. En España estamos aún en la prehistoria de este movimiento.

1 comentario:

Paula Calderón dijo...

Tradicionalmente la desigualdad sexual se enfoca desde el punto de vista masculino. ¿Nos hemos parado a pensar en que no sólo ahí radica todo? ¿Qué hay del machismo femenino y de dónde surge? Tal vez de una educación retrógrada que por desgracia aún se perpetúa por la que la mujer se debía someter al varón. Nuestras madres estudiaron virtudes femeninas tales como la prudencia y la sumisión y los roles femeninos y masculinos están claramente delimitadosn en la mayoría de los hogares. Esta actitud ha conducido a la rebeldía hacia estas normas, pero también en algunos casos a perpetuar dichos modelos. ¿Dónde queda el magnífico comentario: "si eres tan mona y sabes cocinar ¿por qué no te has casado?" (mujer universitaria; año 2007). Es sólo un ejemplo de que la coeducación no sólo debe aspirar a formar a nuestros niños en el respeto y convivencia con el otro sexo sino también a convencer a nuestras niñas de su valía y enseñarles a convivir entre ellas mismas: a no discriminar a la más o menos inteligente, a la más o menos bella, a la que tiene más o menos éxito en cualquier campo. Creo que debemos ser conscientes de que, aunque nos cueste reconocerlo, hay mujeres que rechazan a otras quizás escondiendo un complejo de inferioridad o una educación desacertada. Nuestro deber como docentes es actuar para erradicar de una vez por todas estas conductas. La coeducación es una buena herramienta para ello.