El contacto diario con adolescentes de ambos sexos y su aparente indiferencia ante problemas tan graves como la lucha por la igualdad de las mujeres y su dependencia del hombre me indujeron, hace unos años, a escribir este relato, a modo de entrada de un diario. Se lo di a leer a un compañero que enseñaba la asignatura de ética y me pidió permiso para utilizarlo en sus clases, como base para incentivar al alumnado a debatir y expresar sus ideas. Me invitó a asistir a aquellas sesiones y , como ambos aprendimos mucho sobre la forma de pensar y de sentir de nuestros jóvenes, he creído oportuno publicarlo aquí. Se trata, en mi opinión, de una herramienta de trabajo más, para suscitar tomas de posicion, controversias, debates, en fin, bastante saludables.
Viernes 9 de marzo
Querido diario, ¡hoy es el día!. Cumplo dieciséis años. Mavi me ha llevado un libro de regalo al instituto. Estaba tan contenta. Pero, en la hora de historia ha empezado a torcerse el día. Lola nos ha hablado de la cultura Islámica; de cómo se comporta una civilización contemporánea a la nuestra con respecto a la mujer. Después me he pasado la hora de filosofía pensando en lo insignificantes que hemos sido y continuamos siendo las mujeres en la sociedad; tan injustamente tratadas. Reconozco que soy una mujer privilegiada. Tengo unos padres que me quieren y que se ganan bien la vida. Tengo amigos, en especial, a Mavi. Formo parte del equipo de baloncesto del instituto, practico el tenis y voy al conservatorio. Mucho más de lo que la mayor parte de las chicas de mi edad puedan tener. Me avergüenza un poco saberme diferente, porque soy consciente de que hay más pobres que ricos. La pobreza de la mayoría es otra de las muchas pertenencias de los ricos, escondida y olvidada en sus armarios junto a todo lo que ya no usan, lo que ya no recuerdan que es suyo.
Cuando me turban estas ideas procuro cerrar los ojos a todo lo malo y me escondo tras un pensamiento o un recuerdo hermosos, que me distraigan de los horrores que imagino y que sé que no son, en realidad, imaginarios. Es posible que a mí nunca me falte este recurso. Pero, ¡y esas niñas explotadas y maltratadas, y esas niñas que no tienen derecho al placer sexual, porque viven en una sociedad donde las mujeres no son seres humanos y no tienen el más mínimo de los derechos!
Perdóname. He empezado este monólogo con una exclamación de alegría, y ahora salgo con esto. Sólo contigo puedo desahogarme. Mavi dice que hay otras formas más optimistas de ver las cosas. Me habla de religión. ¡Ocurren tantas cosas que no puedo comprender! ¿Cómo es que la mayoría de las mujeres continúan hoy dominadas por los hombres? Cuando pregunto a mi madre intenta tranquilizarme, aunque se entristece. Siempre la he oído denunciar el machismo donde lo ve y defender a las mujeres. Asegura que la sociedad ha cambiado mucho, que el feminismo ha conseguido grandes logros. Pero yo sé que eso no es tan verdad como ella quiere creer.
En Irán, por ejemplo, las mujeres no son personas. No tienen derecho a ir al médico si enferman, no tienen opinión, están sometidas. Son propiedades privadas de los hombres. No pueden dejarse ver. Están reducidas a la categoría de objetos: objetos que paren y trabajan. Así es, también, en otros muchos países. Estas verdades me producen un miedo profundo. Siento que las personas de mi sexo estamos en grave peligro.
Es cierto que ahora vivimos una época de reconocimiento y lenta liberación. ¿Qué está ocurriendo ahora? ¿Es que las mujeres nos hemos impuesto porque somos más inteligentes que antes, porque hemos accedido a la cultura, a la universidad, a la política? Según mi profesor de ética lo que ha producido la independencia de la mujer y su acceso al mundo de la cultura y el poder ha sido la invención de la píldora anticonceptiva. Él sostiene que si no hubiera sido porque la mujer es más libre para controlar el cuándo y el cómo de sus embarazos habría seguido indefinidamente dependiendo del hombre; su libertad anulada por la esclavitud de la maternidad.
Pero, ¿y si este progreso humano y social de la mujer fuera solo circunstancial? Estamos viendo cada día que muchos hombres no toleran nuestra liberación, hasta el punto de que nos matan cuando luchamos por nuestros derechos. Entonces, ¿que va a pasar? ¿Quién va a darnos las respuestas?
Hace muy poco que soy consciente de que la historia de mi país es la historia de los hombres de mi país, de que la historia del planeta entero es la historia de los hombres de mi planeta. Hasta hace unos meses siempre me sentí incluida en esa historia. Sin embargo, qué leve el rastro de las mujeres en todo lo que estudiamos desde pequeños hasta época muy reciente. Compartía el orgullo de los triunfadores, de los artistas y los compositores, como si hubiera puesto también mi granito de arena. Pues sí lo puse, como mujer, lo pusimos todas, en otros campos, que la historia ha descuidado u olvidado.
Sé que muchos hombres están dispuestos a aceptarnos como miembros de pleno derecho en una sociedad futura. Sin embargo, desconfío terriblemente de los otros hombres, la otra mitad; los que consideran a la mujer una posesión. Esos hombres que amenazan de muerte a sus mujeres; esos que finalmente llegan a cumplir sus amenazas y prenden fuego a sus mujeres delante de los niños, o las cosen a navajazos, o las destrozan la mente de tal manera que las dejan convertidas en piltrafas humanas, incapaces ya de hacerse cargo de sus hijos ni de asumir responsabilidad alguna.
Esta noche del día en que he cumplido dieciséis años tengo miedo, querido diario. Mira por donde te atribuyo sexo masculino. Quizás porque, como dice mi profesor de ética, nos han educado en la idea de que todo lo místico y lo abstracto, lo elevado e importante se configura como un ser de sexo masculino. Como Dios. No en vano las religiones también son obra de los hombres. Los Dioses nos han traicionado poniéndonos al servicio de los hombres. Es de las grandes religiones monoteístas, que contemplan un solo Dios masculino, de donde emanan las leyes que nos someten y nos enfrentan.
Nosotras no tenemos un Dios que nos confiera la dignidad y el rango que les son conferidos a los hombres. Nunca he creído necesitar un Dios. Sin embargo, ahora que soy capaz de ver hasta qué punto estamos indefensas y en desventaja, sería maravilloso que pudiera creer en una Diosa que ahuyentara todos nuestros temores y nos ayudara a recuperar nuestra autoestima como mujeres. Una Mujer fuerte y bondadosa que acogiera en su regazo a todas esas criaturas condenadas en otros países sin remisión; lapidadas, emparedadas, mutiladas, violadas, despojadas de su dignidad. Una Diosa que les susurrara al oído quienes son en realidad y les marcara el camino para ser libres e iguales. Y a esa Diosa yo le preguntaría cuáles han de ser nuestras armas, cuál nuestra estrategia, cuál nuestra verdadera identidad. ¿Acaso somos madres antes que mujeres? ¿Somos madres antes que seres humanos? ¿Somos madres antes que ciudadanas de pleno derecho? ¿Somos madres del hombre antes que nada?
¡Si pudiera dormirme y soñar con Ella! Cambiaría todos los regalos del mundo, todas las pequeñas alegrías de mi vida por escuchar de su voz templada y firme las palabras que todas las mujeres necesitamos oír.
Querido diario, ¡hoy es el día!. Cumplo dieciséis años. Mavi me ha llevado un libro de regalo al instituto. Estaba tan contenta. Pero, en la hora de historia ha empezado a torcerse el día. Lola nos ha hablado de la cultura Islámica; de cómo se comporta una civilización contemporánea a la nuestra con respecto a la mujer. Después me he pasado la hora de filosofía pensando en lo insignificantes que hemos sido y continuamos siendo las mujeres en la sociedad; tan injustamente tratadas. Reconozco que soy una mujer privilegiada. Tengo unos padres que me quieren y que se ganan bien la vida. Tengo amigos, en especial, a Mavi. Formo parte del equipo de baloncesto del instituto, practico el tenis y voy al conservatorio. Mucho más de lo que la mayor parte de las chicas de mi edad puedan tener. Me avergüenza un poco saberme diferente, porque soy consciente de que hay más pobres que ricos. La pobreza de la mayoría es otra de las muchas pertenencias de los ricos, escondida y olvidada en sus armarios junto a todo lo que ya no usan, lo que ya no recuerdan que es suyo.
Cuando me turban estas ideas procuro cerrar los ojos a todo lo malo y me escondo tras un pensamiento o un recuerdo hermosos, que me distraigan de los horrores que imagino y que sé que no son, en realidad, imaginarios. Es posible que a mí nunca me falte este recurso. Pero, ¡y esas niñas explotadas y maltratadas, y esas niñas que no tienen derecho al placer sexual, porque viven en una sociedad donde las mujeres no son seres humanos y no tienen el más mínimo de los derechos!
Perdóname. He empezado este monólogo con una exclamación de alegría, y ahora salgo con esto. Sólo contigo puedo desahogarme. Mavi dice que hay otras formas más optimistas de ver las cosas. Me habla de religión. ¡Ocurren tantas cosas que no puedo comprender! ¿Cómo es que la mayoría de las mujeres continúan hoy dominadas por los hombres? Cuando pregunto a mi madre intenta tranquilizarme, aunque se entristece. Siempre la he oído denunciar el machismo donde lo ve y defender a las mujeres. Asegura que la sociedad ha cambiado mucho, que el feminismo ha conseguido grandes logros. Pero yo sé que eso no es tan verdad como ella quiere creer.
En Irán, por ejemplo, las mujeres no son personas. No tienen derecho a ir al médico si enferman, no tienen opinión, están sometidas. Son propiedades privadas de los hombres. No pueden dejarse ver. Están reducidas a la categoría de objetos: objetos que paren y trabajan. Así es, también, en otros muchos países. Estas verdades me producen un miedo profundo. Siento que las personas de mi sexo estamos en grave peligro.
Es cierto que ahora vivimos una época de reconocimiento y lenta liberación. ¿Qué está ocurriendo ahora? ¿Es que las mujeres nos hemos impuesto porque somos más inteligentes que antes, porque hemos accedido a la cultura, a la universidad, a la política? Según mi profesor de ética lo que ha producido la independencia de la mujer y su acceso al mundo de la cultura y el poder ha sido la invención de la píldora anticonceptiva. Él sostiene que si no hubiera sido porque la mujer es más libre para controlar el cuándo y el cómo de sus embarazos habría seguido indefinidamente dependiendo del hombre; su libertad anulada por la esclavitud de la maternidad.
Pero, ¿y si este progreso humano y social de la mujer fuera solo circunstancial? Estamos viendo cada día que muchos hombres no toleran nuestra liberación, hasta el punto de que nos matan cuando luchamos por nuestros derechos. Entonces, ¿que va a pasar? ¿Quién va a darnos las respuestas?
Hace muy poco que soy consciente de que la historia de mi país es la historia de los hombres de mi país, de que la historia del planeta entero es la historia de los hombres de mi planeta. Hasta hace unos meses siempre me sentí incluida en esa historia. Sin embargo, qué leve el rastro de las mujeres en todo lo que estudiamos desde pequeños hasta época muy reciente. Compartía el orgullo de los triunfadores, de los artistas y los compositores, como si hubiera puesto también mi granito de arena. Pues sí lo puse, como mujer, lo pusimos todas, en otros campos, que la historia ha descuidado u olvidado.
Sé que muchos hombres están dispuestos a aceptarnos como miembros de pleno derecho en una sociedad futura. Sin embargo, desconfío terriblemente de los otros hombres, la otra mitad; los que consideran a la mujer una posesión. Esos hombres que amenazan de muerte a sus mujeres; esos que finalmente llegan a cumplir sus amenazas y prenden fuego a sus mujeres delante de los niños, o las cosen a navajazos, o las destrozan la mente de tal manera que las dejan convertidas en piltrafas humanas, incapaces ya de hacerse cargo de sus hijos ni de asumir responsabilidad alguna.
Esta noche del día en que he cumplido dieciséis años tengo miedo, querido diario. Mira por donde te atribuyo sexo masculino. Quizás porque, como dice mi profesor de ética, nos han educado en la idea de que todo lo místico y lo abstracto, lo elevado e importante se configura como un ser de sexo masculino. Como Dios. No en vano las religiones también son obra de los hombres. Los Dioses nos han traicionado poniéndonos al servicio de los hombres. Es de las grandes religiones monoteístas, que contemplan un solo Dios masculino, de donde emanan las leyes que nos someten y nos enfrentan.
Nosotras no tenemos un Dios que nos confiera la dignidad y el rango que les son conferidos a los hombres. Nunca he creído necesitar un Dios. Sin embargo, ahora que soy capaz de ver hasta qué punto estamos indefensas y en desventaja, sería maravilloso que pudiera creer en una Diosa que ahuyentara todos nuestros temores y nos ayudara a recuperar nuestra autoestima como mujeres. Una Mujer fuerte y bondadosa que acogiera en su regazo a todas esas criaturas condenadas en otros países sin remisión; lapidadas, emparedadas, mutiladas, violadas, despojadas de su dignidad. Una Diosa que les susurrara al oído quienes son en realidad y les marcara el camino para ser libres e iguales. Y a esa Diosa yo le preguntaría cuáles han de ser nuestras armas, cuál nuestra estrategia, cuál nuestra verdadera identidad. ¿Acaso somos madres antes que mujeres? ¿Somos madres antes que seres humanos? ¿Somos madres antes que ciudadanas de pleno derecho? ¿Somos madres del hombre antes que nada?
¡Si pudiera dormirme y soñar con Ella! Cambiaría todos los regalos del mundo, todas las pequeñas alegrías de mi vida por escuchar de su voz templada y firme las palabras que todas las mujeres necesitamos oír.